Hola,
me llamo Antonio David García y soy Animador sociocultural y turístico. Este
año me informaron a mí y a mis compañeros sobre la posibilidad de realizar las
prácticas en una entidad de otro país
europeo. Hubo momentos de tensión por si me habían cogido, por si me quedaba a
las puertas, por si no podía debido a otros motivos, etc. Pero al final, pude
salir con esta idea adelante y me aventuré a salir fuera de España y vivir esta
bella experiencia. Os aseguro que esto me ha cambiado y soy otra persona diferente.
La
experiencia Erasmus no es sólo un viaje a otro país europeo para realizar las
prácticas, es una oportunidad para conocer otras culturas, otra gente, otras
formas de ver las mismas cosas, otra forma de vivir en general. Además que, al
volver, siempre te traes un poquito de todo eso contigo y creo que es lo que la
hace tan especial. Estoy seguro de que allí he aprendido a trabajar de formas
que jamás imaginaría haber hecho aquí en España, totalmente.
Ahora
hablemos de cosas más relacionadas con aspectos prácticos del Erasmus y me
gustaría empezar por algo que nos preocupa a todos (a mí al menos lo hizo)
desde el principio: ¿Cuánto me van a dar de beca? ¿Cubre todos los gastos? Pues
bien, la beca va a depender de tu destino, puesto que los países están
organizados en tres grupos. Yo fui al grupo 3, donde daban menos dinero puesto
que al ser Polonia mi país de destino, considerado con un nivel de vida similar
o más bajo que España, recibí una cuantía menor que si me hubiese ido a un país
del grupo 1 ó 2. La beca no cubre todos los gastos, es evidente. A mí me ayudó
a pagar algunos gastos, como el alojamiento. Pero para los demás gastos tuve
que recurrir a la beca del MEC de años anteriores.
El
viaje fue una experiencia curiosa y a la vez satisfactoria. Tengo mucho vértigo
y era la primera vez que me subía a un avión. Me asaltaron las típicas dudas de
si se notan mucho las turbulencias, si me dará vértigo al mirar por la ventana
(cosa que hice mal, ponerme en un asiento para poder observar el maravilloso
paisaje). Pero al final resultó un viaje de lo más ameno, disfrutando de una
película en el móvil y satisfaciendo al pequeño ludópata que todos llevamos
dentro con un par de rasca y gana (que en realidad todos sabemos que es rasca y
pierde).
Por
otro lado, el alojamiento fue un caos. Es uno de los temas más delicados, en mi
opinión. Tienes la opción de conseguirlo antes de ir (lo que supone más trabajo
para ti, por la negociación con el casero o casera y la incertidumbre de si
realmente es como en las fotos) o de buscarlo una vez allí directamente, pero esto
último te llevará más tiempo y tendrás que alojarte en un hostal juvenil o
donde puedas mientras tanto. Yo opté por la primera opción y la verdad es que
era un piso bastante acogedor, a 10 minutos del centro y del barrio judío. Fue
un puntazo, aunque para llegar al centro de trabajo eran más de 40 minutos
andando pero, por suerte, tienen una red de tranvías y buses muy bien
comunicada y no era más de 15 minutos. Eso sí, es parecido a Albacete en cuanto
a precio, pero el modo de uso es diferente.


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