En junio de 2019 el profesor Jesús Moraga ha realizado
una movilidad de dos días en la escuela de formación profesional Blaenau Gwent
Learning Zone, situada en Ebbw Vale, en el sureste de Gales. Esta es la
crónica de la experiencia formativa de nuestro compañero en su visita a esta
institución educativa, con la que hemos colaborado anteriormente al facilitar
las prácticas de estudiantes galesas en escuelas infantiles de Albacete. La
actividad del primer día comenzó puntual a la llegada del tren a Ebbw Vale
Town, donde la Sra. Leanne Price, responsable de Administración y
Secretaría del Coleg Gwent, me recibió muy amablemente para, a
continuación, guiarme en una visita a las instalaciones de la Blaenau Gwent
Learning Zone (BGLZ), una de las sedes o campus de la escuela técnica Coleg
Gwent.
El edificio de la Blaenau Gwent Learning Zone consta
de cuatro bloques con una fachada exterior de cristal y todas sus dependencias
formando espacios abiertos, con balcones y ventanas que dan al vestíbulo
interior acristalado. Nada más entrar, pasamos a recepción y tuve que rellenar
mi “acreditación” para llevarla colgada al cuello. La Sra. Price comenzó a enseñarme
las instalaciones y presentarme al personal que íbamos encontrando. Una de las
primeras dependencias visitadas fue la sala de arte, repleta de murales,
esculturas y otras creaciones realizadas por los alumnos. Fuera de esta aula,
había tres alumnas en el “patio central” del edificio, pintando de blanco una
suerte de paneles que hacían las veces de paredes. En este punto, la Sra. Price
me explicó la importancia que le dan a desarrollar la habilidad artística y
creativa, sobre todo para los alumnos que encuentran difícil lidiar con una
formación más teórica. Relacionado con lo último, también destacó la
importancia de una decoración colorida en las clases para contribuir a un
ambiente estimulante.
A continuación, pasamos a un “piso” que tenía
dormitorio, salón y cocina, en el cual los alumnos aprenden habilidades básicas
y necesarias para vivir de manera independiente, además de que se les enseña de
la manera más sencilla, esquemática e intuitiva posible para que cualquier
alumno pueda entenderlo. Caminando por el edificio pude ver que había salas de
ordenadores en la parte central al “aire libre”, con una impresora común, así
como una biblioteca bien surtida y que contaba también con muchos ordenadores. Después
de saludar a las Sras. Hannah Fouracre y Rebecca Chislett, las
profesoras que acompañaron al grupo de alumnas que realizaron un período de
prácticas en escuelas infantiles de Albacete, pasamos a ver a la directora,
cuyo despacho era casi totalmente transparente y visible desde buena parte del
centro. La directora me explicó la labor de la escuela, consistente en realizar
un diagnóstico de cada alumno y de sus diferentes necesidades para
proporcionarle todos los medios y apoyos necesarios a fin de poder integrarle
sin problemas en una clase mixta, así como realizar un seguimiento y
evaluaciones periódicas. En el caso de aquellos alumnos con discapacidad
cognitiva o de otra índole que le impida seguir el ritmo y nivel de una clase
mixta, se trabaja con ellos unos contenidos más básicos, enfocándose en que se
adquieran las habilidades necesarias para vivir de manera independiente.
Otro aspecto de su labor a destacar es la existencia
del “inspirational teachers“, o mentores que atienden a los alumnos en
entrevistas personalizadas (hay una sala específica para ello, dispuesta para
que el ambiente sea lo más distendido y privado posible). La finalidad es que
los alumnos puedan expresar lo que sienten, hablar de las cosas que les
preocupan, trabajar el pensamiento positivo y estimular a aquellos alumnos en
riesgo de exclusión social a fin de que no dejen los estudios o para darles el
impulso necesario para viajar y buscar esas oportunidades de trabajo que quizás
no encuentran en su área (la cual se encuentra bastante deprimida desde el
desmantelamiento de la industria del carbón y el acero), todo esto además
trabajando en cooperación con otras instituciones y servicios sociales de la
zona. Posteriormente, hicimos una pausa para comer algo en la zona de
restauración del centro y pudimos hablar de los sistemas educativos español y
británico, de sus diferencias y similitudes y de cómo abordar los retos que
supone el tener alumnado en riesgo de exclusión social o procedente de entornos
desfavorecidos.
A continuación, nos dirigimos al colegio de primaria y
secundaria Ebbw Fawr Learning Community, situado frente al complejo
educativo del Coleg Gwent. Aquí terminó el acompañamiento de la Sra. Price y
pasé a realizar la labor de “Job shadowing” con dos profesoras que trabajaban
con grupos de alumnos con dificultades cognitivas. La primera profesora estaba
realizando una serie de dinámicas de grupo con unos 10-12 estudiantes que
padecían de diferentes trastornos del espectro autista. Las dinámicas
consistían en expresar cómo se sentían y por qué, decir si preferían conocer a
alguien del pasado o del presente y por qué y, finalmente, el conocido juego de
“polis y cacos”. Es de destacar la amplia variedad que había en el grupo y el
énfasis que se hacía en que estos alumnos sigan una rutina y unas reglas bien
definidas y establecidas y que sean corregidos inmediatamente (de manera gentil
pero firme) cuando no se comportan adecuadamente. Después de las dinámicas, los
alumnos salieron al patio a andar “a mile a day”, siempre bajo la supervisión
de la profesora.
La segunda profesora estaba impartiendo francés y se
encontraba en medio de un juego de memoria en el que, en grupos de 2-4 alumnos,
debían voltear una carta donde se indicaba una acción y encontrar su
correspondiente dibujo, así como leerla con una pronunciación correcta. La
profesora se encontraba apoyando al grupo de alumnos menos trabajadores,
mientras que el resto podía auto corregirse utilizando una hoja de respuestas
que les había dado la profesora. Una vez terminada la clase los alumnos se
fueron, no sin antes haber dejado perfectamente recogidas sus mesas, pues hasta
que no lo hagan no se les permite salir. Con la clase ya vacía, la profesora
pudo enseñarme algunos de los métodos que usa en clase, como el tener colgando
en la clase los diferentes pronombres en francés y con un color diferente
dependiendo del género y del número. También había por las paredes
“conversation cards” que son utilizadas a menudo para diferentes actividades
orales (como por ejemplo: una carta en la que se describía un monstruo y cómo
se había vestido, la cual el alumno debía leer, ir a su grupo a escribirlo en
inglés y los demás alumnos del grupo debían dibujarlo). Asimismo, la profesora
me enseñó dos muñecos que se llamaban “question” y “answer”, los cuales se
lanzan y quienes los cojan debe hacer una pregunta y responder,
respectivamente, así como algunos juegos de mesa y algunas de las
presentaciones de PowerPoint que utiliza. Por último, estuvimos hablando de la
disposición de la clase, la cual estaba organizada en grupos de 3-4 mesas a fin
de facilitar el trabajo en equipo. De esta última experiencia, he podido sacar
muchas ideas que podrían aplicarse a la enseñanza del inglés, si bien no hay
que olvidar lo masificadas que están nuestras aulas, pues el grupo visitado
estaba compuesto por unos 10-15 alumnos.
Para el segundo día, la Sra. Leanne Price había
organizado una visita al colegio de educación especial Pen-Y-Cum Special
School, situado a unos 10 minutos a pie desde Coleg Gwent y especializado
en personas con discapacidad intelectual. El centro cuenta con unos 70-80
profesores para un alumnado de 120 niños aproximadamente. La profesora Friederike
Madler acudió a recibirnos en cuanto llegamos y nos llevó en primer lugar a
su aula de trabajo. Allí se encontraba un grupo alumnos de entre 14 y 16 años
trabajando en un folleto promocional del centro. La profesora explicó que
tratan de inculcar el aprendizaje autónomo y cooperativo, pues en el caso de
esta actividad los profesores habían planteado la tarea y los alumnos ya sabían
qué distintas herramientas tenían para trabajar y cómo se iban a repartir las
distintas fases del trabajo. Junto con los alumnos, había otros tres profesores
supervisando y orientando durante la actividad.
Posteriormente, la Sra. Madler pasó a mostrarme el
aula, muy colorida y repleta de manualidades realizadas por los alumnos, dotada
de una pequeña cocina y varios ordenadores, y con un ambiente acogedor y
estimulante para el aprendizaje. Contaba además con una “restroom” para que los
alumnos la utilizaran en caso de necesitar calmarse. Otro detalle a destacar
era que, a través de distintas herramientas (pantallas, pegatinas), los alumnos
podían ver en todo momento lo que se iba a hacer durante ese día y las tareas
que tenían que realizar, pues muchos de ellos se sienten más seguros y
confiados si tienen una rutina establecida y constante, aparte de que les
motiva a completar todas sus tareas. A continuación, recorrimos las
instalaciones de la escuela, que cuenta con piscina, gimnasios, aulas de
musicoterapia, aulas de cocina, aulas sensoriales y aulas de higiene personal.
Tuve la oportunidad de pasar al aula de cocina con la mitad del grupo con el
que había estado anteriormente. Allí se pusieron a preparar unos muffins de
arándanos y fue sorprendente ver cómo todos estaban acostumbrados a utilizar
los diferentes utensilios de cocina y lo autónomos que eran. Una vez preparadas
las masas y metidas en el horno, los mismos niños se encargaron de la limpieza
del aula.
Finalizada la actividad de cocina, decidimos que sería
buena idea observar ahora a uno de los grupos de menor edad. Para ello pasé con
dos profesoras a un aula sensorial junto con cuatro niños. Allí me explicaron
que el aula disponía de diferentes estímulos (sonoros, visuales, colchonetas,
libros…) a fin de que cada alumno pudiese relajarse con el estímulo adecuado.
Los niños entraron bastante alborotados pero al cabo de unos 10-15 minutos el
cambio era más que notable pues se encontraban mucho más relajados. Una vez
calmados, pasamos al aula para una lección de biología. Como todas las aulas
para los más pequeños, ésta se encontraba en la planta baja y tenía una puerta
corredera por donde entraba la luz y daba acceso a un pequeño patio exterior a
fin de que, periódicamente, los niños pudieran salir a jugar. Volviendo a la
clase de biología, la actividad consistía en adivinar los diferentes animales
que aparecían en la pantalla, los cuales sólo se mostraban parcialmente
simulando a un espectador que lleva prismáticos. Aún después de haber venido
del aula sensorial, la falta de atención era evidente pues sólo uno de los
niños participaba activamente en la actividad, mientras que los demás se
encontraban muy dispersos por el aula.
Después de haber estado con los más pequeños, volví al
aula del principio, que también era la de los más mayores. Ahora se encontraban
trabajando en una manualidad consistente en hacer playas en botellas. Aquí se
podía apreciar la evolución que tiene el alumnado durante su paso por el
centro: el grupo de 12-15 alumnos al completo estaba trabajando, cada uno a su
ritmo, y se respiraba un ambiente de total respeto, cooperación e integración a
pesar de ser un grupo bastante heterogéneo en cuanto a las diversas
discapacidades. Uno de los profesores que estaba ayudando a los alumnos me
explicó que esta actividad la habían propuesto los alumnos, pues una vez a la
semana se reúnen todos y los alumnos escriben en papel una manualidad que les
gustaría aprender durante la semana siguiente, además de todas las demás que
están programadas.
Mientras los alumnos estaban trabajando, la profesora
Madler me mostró los portfolios que contenían el progreso de los alumnos, donde
venían recogidos todos los contenidos y destrezas que los alumnos debían
adquirir, con una hoja dedicada a cada habilidad que contenía varias preguntas
al respecto e incluía siempre una foto del alumno llevando a cabo esa actividad
(como por ejemplo, hacer la compra), lo cual pone en evidencia el excelente
trabajo de planificación, organización y seguimiento que realiza el
profesorado. Una vez los alumnos finalizaron la actividad, se dispusieron a
limpiar y recoger el aula mientras los profesores completaban los informes
diarios para cada alumno, en los que detallaban cómo había sido el día del
alumno y algún hecho o anécdota destacable, reservando un espacio para que los
padres pudiesen anotar cualquier cosa que convendría que los profesores
tuvieran en cuenta al día siguiente al traer el libro de vuelta. Cuando
acabaron de recoger, se sentaron todos los alumnos y profesores en círculo y
cada alumno, como parte de su rutina del final del día, leía en voz alta unas
palabras de agradecimiento dirigidas a alguno de sus compañeros por algo que
hubiera hecho durante el día (ayudarle, contarle un chiste, hacerle reír…).
Finalmente, uno de los alumnos leyó una pequeña oración en galés para dar
gracias y se fueron a casa.
Durante los últimos instantes de la visita pudimos
hacernos una foto de grupo e intercambiar direcciones de correo para
mantenernos en contacto y dejar la puerta abierta a futuras visitas u otras
formas de cooperación.
Sin más, la visita acabó alrededor de las 4 de la tarde y me dirigí de nuevo a
la estación para coger el tren de vuelta a Cardiff.
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